Q:E:P:D
El profesor Armando Lacera Rúa jamás ha intentado arrebatarle el arpón a un cazador de ballenas, ni ha atacado un buque atunero con plomos de pesca.
Pero, aun así, sin emprender
ninguna de las acciones radicales que han caracterizado a Greenpeace, es lo más
aproximado a un activista ambiental que tenemos en Colombia. Eso es mucho
decir, en un país civil al que parece no impresionarle su tragedia ambiental,
un territorio sin dolientes, donde los más poderosos, los más amigos del
gobernante de turno, encuentran pocos obstáculos a la hora de profanar el gran
santuario ecológico nacional.
Si algún poder tiene el profesor
Lacera Rúa es el de la lengua, del cual le sobra. Samario, educado en química
pura en Bogotá, con estudios avanzados en ciencia y tecnología de alimentos en
Perú, Chile y Estados Unidos, y sin ser biólogo marino, el profesor Lacera Rúa
ha sido la voz airada de la dignidad en Santa Marta, una ciudad que durante los
últimos veinte años ha visto asaltados sus tesoros naturales y su vocación
turística por obra y gracia del empresariado invasor.
¿Por qué hace veinte años los samarios permitieron
que sus paisajes comenzaran a desdibujarse con la irrupción del embarque
carbonífero? ¿Apatía? ¿Indiferencia? ¿Impotencia ante la mano poderosa que
impuso esa actividad a gran escala, teniendo en cuenta que hasta ex presidentes
de la República son accionistas en algunas de estas empresas? De cualquier
manera, el resultado a mediano plazo un
verdadero infierno en el paraíso lo
estamos viviendo hoy: cinco muelles carboníferos a
lo largo de treinta kilómetros de las más hermosas playas del país,
vertimientos accidentales o no accidentales, con miles de toneladas depositadas
en el lecho marino, merma sustancial en la pesca, polvillo de carbón por
doquier, un tren brutal y una actividad tractomulera, que atropellan
brutalmente la necesaria paz serena del lugar.
Desde luego que el desgobierno reina. ¿Cómo olvidar
que una ex ministra del Ambiente se atrevió a parar a una de estas empresas y
terminó recibiendo una vergonzante desautorización presidencial? Hoy es muy
poco lo que logran Lacera Rúa y los escasos seguidores de su virtual
apostolado. El Gobierno toma medidas de consolación, de esas que tienen como
objetivo apaciguar opinión, jamás resolver el problema.
Se prohíbe rotundamente el ingreso de las
tractomulas a El Rodadero y su parqueo en la Troncal del Caribe. Lo primero es
un imposible físico. Lo segundo, simplemente, no se cumple. En la zona
carbonífera prevalece la ley de la selva.
Ahora se ha venido anunciando que, a partir del
2010, todo embarque de carbón debe hacerse a través de cargue directo. Pero
¿quién erradica lo vertido en 21 años? ¿Y quién garantiza que la operación, en
efecto, será limpia? No ha habido hasta ahora un estudio serio que corrobore lo
que en la zona de Santa Marta salta a la vista. El flamante Instituto de
Investigaciones Marinas y Costeras (Invemar), a pesar de que ha sufrido daños
en sus equipos como consecuencia del carbón, es muy poco lo que aporta,
distinto de una especie de negación sistemática.
Y eso es lo menos que podríamos pedirle en este día
del medio ambiente del 2009 al Gobierno Nacional: que contrate a una
organización internacional seria que efectúe el estudio a ver si las de Lacera
Rúa no dejan de ser palabras al viento.
ernesto@laesquinadelcine.com
Publicación
eltiempo.com
Sección
Editorial - opinión
Fecha de
publicación
8 de junio de 2009
Autor
ERNESTO MCCAUSLAND SOJO
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